Plaguicidas causan al menos 260 intoxicaciones al año.
Uso de plaguicidas agrícolas causa 260 intoxicaciones al año
Toxicólogos advierten que existe subdiagnóstico y falta regulación
Los plaguicidas han sido señalados como parte responsable del deterioro de la calidad del agua en la cuenca del río Santa Lucía, fuente de agua potable para 1,6 millones de uruguayos. Pero su uso también tiene impactos negativos directos en la salud y constituye un problema que, a juicio de expertos, permanece subdiagnosticado y que necesita de una rápida regulación que proteja a los fumigadores y a sus familias.
El Centro de Información y Asesoramiento Toxicológico (CIAT) del Hospital de Clínicas recibió 3.700 consultas por posible intoxicación por plaguicidas agrícolas y veterinarios entre 2002 y 2011, según un reciente estudio al que accedió El Observador. De éstas, se confirmaron 2.600 casos.
La directora de la unidad, la especialista en toxicología clínica y salud ocupacional Amalia Laborde, explicó que el resto no pudo ser establecido pero esto no significa que no haya existido la relación. “Lo que más se ve son intoxicaciones agudas (inmediatamente o algunas horas después de la exposición) por pesticidas”, apuntó.
Las estadísticas revelaron pocos casos por intoxicaciones leves o por exposición crónica. Esto hace pensar a los expertos que buena parte de los afectados no es diagnosticado puesto que se asocian los malestares –en particular de índole cutánea, respiratoria y digestiva– a otros padecimientos.
Los productos químicos que causaron más problemas de salud fueron los insecticidas de uso agrícola, los ectoparasiticidas de uso veterinario (para ganado) y los herbicidas.
En el período se registraron 50 muertes pero aquí no se incluyen aquellos que fallecieron sin consultar al CIAT y que murieron como consecuencia de los pesticidas.
De acuerdo a los datos proporcionados por Laborde y su colega Javier Mallet, la circunstancia de intoxicación más frecuente es la involuntaria, en particular, durante las aplicaciones laborales sobre cultivos o sobre el ganado. “El trabajador agrícola es muy vulnerable. Se expone de a 10 a 15 plaguicidas al año y no todas las empresas cumplen con la reglamentación de protección”, expresó la especialista. Detrás vienen los casos accidentales –que tienen a los niños como protagonistas– y los intentos de suicidio.
La media de edad de pacientes se situó en los 33 años, pero la que más se repitió a lo largo de la década examinada fue la de 2 años. Los niños menores de 15 años registraron casi 400 intoxicaciones por plaguicidas: 15% del total. Cuatro perdieron la vida en el período estudiado (ver despiece). Para los expertos esto denota que algunos padres no toman los recaudos para evitar el acceso de sus hijos a las sustancias.
En términos generales, el equipo de investigadores del CIAT no registró un aumento de las intoxicaciones, sino que se han mantenido estables en un nivel considerado alto. La tasa de intoxicación por plaguicidas cada 100.000 habitantes por año es de 7,6 personas. Esto ha ocurrido a pesar del aumento “exponencial” de las importaciones de plaguicidas. En 2002 ingresaron al país un poco más de 5.000 toneladas. En 2011 lo hicieron 15.000.
La hipótesis de los especialistas es que, si bien se ha ampliado su uso, no subió el número de trabajadores expuestos a las sustancias, debido a la presencia de empresas aplicadoras, cuyos empleados reciben capacitación para cumplir la tarea.
Una particularidad del período es que sí aumentaron las intoxicaciones por herbicidas. Este dato se corresponde a la expansión de la soja en el país. En 2011 se registraron alrededor de 60 casos. El producto más utilizado en este espectro es el temido glifosato.
La tasa de intoxicaciones laborales más alta la ostenta Treinta y Tres con 7,3 casos cada 100.000 habitantes por año.
Cuestión de supervivencia
Una investigación del año 2007 llevada a cabo en Canelones afirmaba que más del 90% de los aplicadores no usaban protección o usan protección inadecuada. Ésta es una realidad pero Laborde sostuvo que no debe implicar un mensaje culpabilizador.
Por tratarse de una actividad al aire libre no hay muchas posibilidades para establecer medidas ambientales que protejan al trabajador. Y, además, hay que tener en cuenta que éste puede ejercer la tarea en condiciones no deseables.
Mallet indicó que el 14% de los trabajadores intoxicados del período no pudo informar cuál había sido el plaguicida que había manipulado horas antes y, por ende, el diagnóstico se torna más complicado puesto que existen más de 300 sustancias químicas diferentes de uso agrícola o veterinario.
Por ejemplo, es frecuente que realice la fumigación en largas jornadas en días muy calurosos cuando los plaguicidas se evaporan mucho más, al tiempo que aumenta la frecuencia respiratoria y la transpiración.
“En verano ningún trabajador puede fisiológicamente tolerar durante muchas horas un equipo de ropa impermeable (y la máscara) porque el manejo corporal del calor es a través de la evaporación cutánea y, si yo se la quito, le quito la posibilidad de controlar el calor. Eso hace que el trabajador se saque la ropa impermeable porque es un tema de supervivencia. No es un tema de capricho ni de falta de formación o que no tengan inteligencia. Es un tema de supervivencia. No lo puede tolerar”, enfatizó Laborde.
Una estrategia posible, según planteó, es que se establezcan horarios de descanso y que no se realice la tarea en las horas de más calor.
Para mitigar los efectos de la exposición crónica, la medida más eficaz que señalaron los expertos es el baño inmediato puesto que la piel es la vía de ingreso de plaguicidas al organismo. Parece fácil pero, en realidad, no lo es en grandes terrenos y en jornadas extenuantes. “Acercar el agua, acortar los tiempos para un baño y cambio de ropa es el camino que hay que recorrer. Y, además, protege a la familia”, dijo la toxicóloga.
Fuente: El observador 7 de agosto de 2013